Vivimos de soñar que el sueño se hace realidad sin despertar y el miedo a fracasar quedo tres puertos más allá de tu ciudad

miércoles, 5 de junio de 2013

Federico Garcia Lorca

Hoy 5 de junio de 2013, hace 115 años que nació el gran poeta Federico García Lorca, google le rinde homenaje y desde El sapo del cuento queremos rendirle otro a ese gran poeta que murió fusilado a manos de los franquistas el 19 de agosto de 1936.
Este poeta perteneciente a la generación del 27, ha servido de influencia para poetas posteriores, y ha servido de influencia para numerosas canciones como "Ciudad de los gitanos" de Marea.

Me gustaría poner algunos de los poemas que más me gustan de este gran poeta.

ROMANCE DE LA LUNA, LUNA:

La luna vino a la fragua 
con su polisón de nardos. 
El niño la mira, mira. 
El niño la está mirando. 

En el aire conmovido 
mueve la luna sus brazos 
y enseña, lúbrica y pura, 
sus senos de duro estaño. 

Huye luna, luna, luna. 
Si vinieran los gitanos, 
harían con tu corazón 
collares y anillos blancos. 

Niño, déjame que baile. 
Cuando vengan los gitanos, 
te encontrarán sobre el yunque 
con los ojillos cerrados. 

Huye luna, luna, luna, 
que ya siento sus caballos. 

Niño, déjame, no pises 
mi blancor almidonado. 

El jinete se acercaba 
tocando el tambor del llano. 
Dentro de la fragua el niño, 
tiene los ojos cerrados. 

Por el olivar venían, 
bronce y sueño, los gitanos. 
Las cabezas levantadas 
y los ojos entornados. 
Cómo canta la zumaya, 
¡ay, cómo canta en el árbol! 
Por el cielo va la luna 
con un niño de la mano. 

Dentro de la fragua lloran, 
dando gritos, los gitanos. 
El aire la vela, vela. 
El aire la está velando.


LA MONJA GITANA:

Silencio de cal y mirto. 
Malvas en las hierbas finas. 
La monja borda alhelíes 
sobre una tela pajiza. 
Vuelan en la araña gris 
siete pájaros del prisma. 
La iglesia gruñe a lo lejos 
como un oso panza arriba. 
¡Que bien borda! ¡Con qué gracia! 
Sobre la tela pajiza 
ella quisiera bordar 
flores de su fantasía. 
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia 
de lentejuelas y cintas! 
¡Qué azafranes y qué lunas, 
en el mantel de la misa! 
Cinco toronjas se endulzan 
en la cercana cocina. 
Las cinco llagas de Cristo 
cortadas en Almería. 
Por los ojos de la monja 
galopan dos caballistas. 
Un rumor último y sordo 
le despega la camisa, 
y al mirar nubes y montes 
en las yertas lejanías, 
se quiebra su corazón 
de azúcar y yerbaluisa. 
¡Oh, qué llanura empinada 
con veinte soles arriba! 
¡Qué ríos puestos de pie 
vislumbra su fantasía! 
Pero sigue con sus flores, 
mientras que de pie, en la brisa, 
la luz juega el ajedrez 
alto de la celosía.


ROMANCE DE LA GUARDIA CIVIL ESPAÑOLA:

Los caballos negros son. 
Las herraduras son negras. 
Sobre las capas relucen 
manchas de tinta y de cera. 
Tienen, por eso no lloran, 
de plomo las calaveras. 
Con el alma de charol 
vienen por la carretera. 
Jorobados y nocturnos, 
por donde animan ordenan 
silencios de goma oscura 
y miedos de fina arena. 
Pasan, si quieren pasar, 
y ocultan en la cabeza 
una vaga astronomía 
de pistolas inconcretas. 

¡Oh ciudad de los gitanos! 
En las esquinas, banderas. 
La luna y la calabaza 
con las guindas se conserva. 
¡Oh ciudad de los gitanos! 
Ciudad de dolor y almizcle, 
con las torres de canela. 

Cuando llegaba la noche, 
noche que noche nochera, 
los gitanos en sus fraguas 
forjaban soles y flechas. 
Un caballo malherido 
llamaba a todas las puertas. 
Gallos de vidrio cantaban 
por Jerez de la Frontera. 
El viento, vuelve desnudo 
la esquina de la sorpresa, 
en la noche platinoche, 
noche, que noche nochera. 

La Virgen y San José 
perdieron sus castañuelas, 
y buscan a los gitanos 
para ver si las encuentran. 
La Virgen viene vestida 
con un traje de alcaldesa, 
de papel de chocolate 
con los collares de almendras. 
San José mueve los brazos 
bajo una capa de seda. 
Detrás va Pedro Domecq 
con tres sultanes de Persia. 
La media luna soñaba 
un éxtasis de cigüeña. 
Estandartes y faroles 
invaden las azoteas. 
Por los espejos sollozan 
bailarinas sin caderas. 
Agua y sombra, sombra y agua 
por Jerez de la Frontera. 

¡Oh ciudad de los gitanos! 
En las esquinas, banderas. 
Apaga tus verdes luces 
que viene la benemérita 
¡Oh ciudad de los gitanos! 
¿Quién te vio y no te recuerda? 
Dejadla lejos del mar, 
sin peines para sus crenchas. 

Avanzan de dos en fondo 
a la ciudad de la fiesta. 
Un rumor de siemprevivas 
invade las cartucheras. 
Avanzan de dos en fondo. 
Doble nocturno de tela. 
El cielo se les antoja 
una vitrina de espuelas. 

La ciudad, libre de miedo, 
multiplicaba sus puertas. 
Cuarenta guardias civiles 
entraron a saco por ellas. 
Los relojes se pararon, 
y el coñac de las botellas 
se disfrazó de noviembre 
para no infundir sospechas. 
Un vuelo de gritos largos 
se levantó en las veletas. 
Los sables cortan las brisas 
que los cascos atropellan. 
Por las calles de penumbra 
huyen las gitanas viejas 
con los caballos dormidos 
y las orzas de moneda. 
Por las calles empinadas 
suben las capas siniestras, 
dejando detrás fugaces 
remolinos de tijeras. 

En el portal de Belén 
los gitanos se congregan. 
San José, lleno de heridas, 
amortaja a una doncella. 
Tercos fusiles agudos 
por toda la noche suenan. 
La Virgen cura a los niños 
con salivilla de estrella. 
Pero la guardia civil 
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda 
la imaginación se quema. 
Rosa la de los Camborios 
gime sentada en su puerta 
con sus dos pechos cortados 
puestos en una bandeja. 
Y otras muchachas corrían 
perseguidas por sus trenzas; 
en un aire donde estallan 
rosas de pólvora negra. 
Cuando todos los tejados 
eran surcos en la tierra, 
el alba meció sus hombros 
en largo perfil de piedra. 

¡Oh ciudad de los gitanos! 
La guardia civil se aleja 
por un túnel de silencio 
mientras las llamas te cercan. 

¡Oh ciudad de los gitanos! 
¿Quién te vio y no te recuerda? 
Que te busquen en mi frente. 
Juego de luna y arena. 


LA COGIDA Y LA MUERTE:

A las cinco de la tarde. 
Eran las cinco en punto de la tarde. 
Un niño trajo la blanca sábana 
a las cinco de la tarde. 
Una espuerta de cal ya prevenida 
a las cinco de la tarde. 
Lo demás era muerte y sólo muerte 
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones 
a las cinco de la tarde. 
Y el óxido sembró cristal y níquel 
a las cinco de la tarde. 
Ya luchan la paloma y el leopardo 
a las cinco de la tarde. 
Y un muslo con un asta desolada 
a las cinco de la tarde. 
Comenzaron los sones de bordón 
a las cinco de la tarde. 
Las campanas de arsénico y el humo 
a las cinco de la tarde. 
En las esquinas grupos de silencio 
a las cinco de la tarde. 
¡Y el toro solo corazón arriba! 
a las cinco de la tarde. 
Cuando el sudor de nieve fue llegando 
a las cinco de la tarde 
cuando la plaza se cubrió de yodo 
a las cinco de la tarde, 
la muerte puso huevos en la herida 
a las cinco de la tarde. 
A las cinco de la tarde. 
A las cinco en Punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama 
a las cinco de la tarde. 
Huesos y flautas suenan en su oído 
a las cinco de la tarde. 
El toro ya mugía por su frente 
a las cinco de la tarde. 
El cuarto se irisaba de agonía 
a las cinco de la tarde. 
A lo lejos ya viene la gangrena 
a las cinco de la tarde. 
Trompa de lirio por las verdes ingles 
a las cinco de la tarde. 
Las heridas quemaban como soles 
a las cinco de la tarde, 
y el gentío rompía las ventanas 
a las cinco de la tarde. 
A las cinco de la tarde. 
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde! 
¡Eran las cinco en todos los relojes! 
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!

Todos estos poemas pertencen al libro "Romancero gitano" con la excepción de La cogida y la muerte

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